Testimonio de una persona que estuvo
inmersa en el mundo de las drogas
Durante once años y que tras una
rehabilitación recuperó su vida
Usar, abusar, cruzar
Por
Jeniffer Chisaguano
Henry, un ex drogadicto de treinta años de
edad, mediante una conversación, narra cómo empezó su vida en las drogas, cuál
fue la manera con la que consiguió salir de ese camino y cómo ha sido su vida
después de la rehabilitación.
Conocí a Henry por medio mi hermano
Andrés, ambos se conocieron en el año 2015, mientras entrenaban en la Academia
de Muay Thay de artes marciales mixtas. Lo vi un lunes. Era un hombre alto, con
cabello largo, fornido, ojos cafés (retrato
del personaje). Granizaba terriblemente, con una temperatura de nueve
grados que el frío se colaba por la debajo de la puerta. Henry mostró que era
una persona con excelente sentido del humor, trabajadora y un ser humano muy
educado. Él se convirtió en un buen amigo para mi hermano. Además, conversaban
de los sucesos que vivían a diario. Una noche, Andrés comentó a mi familia lo
que Henry le dijo: era soldador, padre soltero y fue drogadicto.
La
puerta principal de mi casa se oxidó y tenía que ser reparada. Mis padres
contrataron a Henry. Entonces, aproveché la ocasión para entrevistarlo. Henry
me contó la historia de su vida en las drogas.
El INICIO
Realicé la entrevista un día domingo, a las quince horas. Henry trajo
consigo un estuche donde estaba un taco de billar. Saludamos, almorzamos y
fuimos a mi sala, un espacio amplio con cinco sillones grandes y una mesa de
centro, donde comenzamos la entrevista sobre su vida.
─ ¿Cómo fue su infancia? ─ le pregunté.
─Bueno, en mi niñez pasaba siempre en la casa,
aunque me gustaba bastante eso de las peleas, las fiestas, el relajo. De
pequeño, solía llevarme con gente de mayor edad que mi persona. No tuve un
ejemplo de muchos juegos, si no más de fiestas, de bares, cosas así. Ya de adolescente,
pensaba en ser un tipo Pablo Escobar ecuatoriano. Siempre me gustaron las calles,
no tuve un buen ejemplo de disciplina para que alguien me enseñara algo
diferente. Jugué hasta los diez años. A los once o doce, más o menos, empecé a
consumir drogas, pasando más con la gente de la calle, panas y en pandillas. Influyó
en mí ser hijo único. No había quien me cuide, mientras mis padres trabajaban. Entonces,
si quería salir a estar en la calle, lo hacía, y nadie me impedía.
Mi vida en las drogas empezó a los once
años de edad. Comencé con el alcohol. A los doce años pasé a la marihuana.
Desde los trece en adelante consumía todo lo que se podía conseguir en drogas. Dejó
de importarme mi familia, el colegio, los deberes. Las drogas se convirtieron
en algo primordial. En mi vida no existía otra cosa. Tenía catorce años, cuando
la droga se apoderó de mí. Una vez, robé para consumir. Estaba en las calles vagando.
Mi meta principal era conseguir droga de cualquier forma y a toda costa, así
que robar, manipular y chantajear era necesario para tener que consumir. (crónica narrativa)
EL COLEGIO AL DIABLO
─Henry─ ¿Terminó sus estudios? (diálogo)
─Terminé la escuela.
Al colegio llegué hasta segundo curso. Pasaba con mis amigos que también consumían
drogas. Si alguien decía “¡vamos a consumir!” Yo me iba y me fugaba del colegio.
Mi adicción se volvió una obsesión. Durante los tres años siguientes me hice pandillero.
No fui líder, pero sí pasaba con ellos, no siguiendo las órdenes de alguien
más, porque a mí no me gustaba estar con gente a la que tenía que explicar mis
acciones. Me resultaba ilógico que ni a mis padres les rendía cuentas, peor a
gente ajena. Sin embargo, había gente que me seguía.
Cuando
tenía veinte años, me fui de la casa y me dediqué a estar solo en las calles, con
las pandillas como Latín King, CTC, y otros grupos. En mi vida observé (cinco sentidos) varios asesinatos. Moría
gente apuñada o disparada, incluso compañeros de pandilla. Llegué a tener un
arma, para defenderme. Ya no tiene gatillo, pero aún la conservo.
EL VENENO
─ ¿Perdió a más amigos? (diálogo)
─Sí, en mi barrio todos los días alguien
moría y a veces eran conocidos. Me dolió más cuando mi amigo, “Veneno”,
como le llamábamos, se ahorcó. Él era para mí como un hermano. Si estábamos en
la casa o jugando fútbol o consumiendo droga, siempre pasábamos juntos. Si yo
iba a pelear, él estaba ahí para mí. Si me querían pegar, él les pegaba, me
defendía y cuidaba. Era una persona de mi total confianza. Un excelente ser humano,
y no lo digo porque haya muerto. Dejó dos niños en la orfandad, pero nunca les faltó
alimento. Mientras yo hacía lo que se me daba la gana, él hacía lo que fuera
por llevarles comida a sus hijos, por tenerles viviendo bien.
Se suicidó, porque su esposa le fue infiel
con uno de sus hermanos. En su casa era un hombre amoroso y respetuoso. Aunque
tenía su lado negativo, era sumamente agresivo y temido en las calles. Era una
persona súper alegre, que hoy me hace comprender que las personas que están demasiado
alegres también son depresivas y que ocultan algo.
Al
no contar con mi amigo, traté de causarme una sobredosis, pero la resistencia
de mi cuerpo fue tenaz. Nunca logré dar con la droga suficiente. Quince días
después de la muerte de Veneno, me internaron. Me acuerdo de cosas de él, como
que me decía que no me drogue, que me cuide, así vi en él uno de los pilares
fundamentales para que ahora yo esté bien.
EN EL INTERNADO
─Henry,
─ ¿Cuál fue su experiencia más grata?
─
Fue mi internamiento, al tocar fondo. Decidí ya no depender de la droga. Se
convirtió en un sacrifico enorme vencer la necesidad que tenía por consumir. Y
siempre viviré agradecido a mis padres que me internaron para dejar de consumir
drogas.
─
¿Y recuerda cómo fue que llegó a la clínica?
─Me
capturaron entre cuatro personas, porque estaba súper agresivo. Recuerdo que tuve una pelea con un muchacho, que
me quiso apuñalar. Los vecinos querían que me lleven preso. Mis padres hablaron (cinco sentidos) con el policía, quedando de acuerdo en que no me
llevaban preso. A cambio de que ellos me internaran en una clínica para
narcóticos anónimos.
Quise
dejar las drogas, pero no sabía a quién acudir para salir de esa pesadilla.
Conocía que existían clínicas, pero
costaban mucho dinero. El adicto gasta el dinero en drogas, pero nunca en
rehabilitación. En el centro de rehabilitación de Ibarra en donde estuve, me
encerraron y no me permitían salir a ningún lado.
Con mis amigos del acuartelamiento (la rehabilitación),
me sigo llevando, pero de todos los que estábamos en el mismo problema, solo
dos seguimos en recuperación. Porque la mayoría recae y vuelve a drogarse,
internándose en nuevas clínicas.
ARELI VALENTINA
─
¿De quién es el nombre que llevas tatuado en el brazo?
─Es
de mi hija, Areli Valentina. (crónica
interpretativa) Ella vive conmigo y soy como niño cuando estoy con ella. La
relación que tengo con mi nena es súper fuerte. No podemos dejar de vernos
mucho tiempo. Creo que, si no me ve continuamente, se pone triste.
Mi hija es mimada pero también es muy
obediente. Le he dado la confianza para que me cuente
todo (cinco sentidos), hasta sus sueños más raros, de que quiere casarse
con un cantante famoso. Yo trato de hacer lo que mis papas no hicieron conmigo,
que ella tenga la confianza en contarme todo.
Y AHORA
─
¿Daría un consejo?
─No puedo decir que no
consuman drogas. Pero, si lo deciden hacer, deben asumir las consecuencias de
llevar una vida vacía, sabiendo que cada día juegan con su existencia, de que
se exponen a nunca vencer la adicción. No es fácil. Pocos somos los que aún
seguimos en la batalla de la abstinencia.
─ ¿Le dejó secuelas las
drogas?
─Mi memoria resultó muy afectada.
Tuve que hacer ciertas actividades, no tratamientos, sino seguir consejos como dejar
la televisión, empezar la lectura, salir a respirar aire puro, escuchar música,
conversar con mis amigos y mantenerme ocupado.
La lectura me ha ayudado mucho para
recobrar la memoria, porque, por ejemplo, estoy haciendo algo, me voy a un
lugar y después me olvido que estaba haciendo. También me causó una artrosis. Y
mi cuerpo se volvió frágil, cuando, en una pelea, me rompieron el hueso de la
pierna con una patada. Eso a nadie le pasa, y tuve que tomar calcio para
sanarme. Además, cuando me enfermo, no puedo tomar pastillas ni recibir inyecciones.
Actualmente, ya puedo tomarme una pastilla, pero yo prefiero no hacerlo, porque
tengo miedo de recaer.
─ ¿Y a que se dedica
actualmente?
─
Soy soldador. Ayudo a drogadictos a ingresar a las clínicas. Evitó a toda costa
no ayudar si no me lo piden, por las malas experiencias que he tenido, porque
un adicto es mal agradecido. El adicto solo recuerda lo malo, más no lo bueno.
Entonces, eso es todo, ahora paso más
tiempo con mis padres y mi hija, haciendo cosas que me gustan y trabajando.
POST SCRIPTUM
Después de pasar muchos días trascribiendo
la entrevista, y dedicar otros tantos días a escribir la historia, por fin
entendí lo duro que es para Henry llevar una vida en abstinencia. Porque, Henry
fue un drogadicto. Él no sé arrepiente de su experiencia. Con el paso del tiempo y la sabiduría que
adquirió en las charlas con otros drogadictos, sabe actualmente, cuánto dolor tuvo
su cuerpo por el frio de las calles, la resistencia de su cuerpo. Y que sus
padres nunca lo abandonaron.
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