martes, 30 de julio de 2019

Vaneza Rojas- Crónica

TÍTULO
ELLA NO LO VEÍA VENIR
SUMARIO
La migración no es un símbolo de esperanza
Un sábado del mes de septiembre del año 2018 , Mónica, una señorita de veintitrés años con una hermosa apariencia; con un rostro amigable, cara redondeada y un poco pálida pero con unos ojos brillantes como el sol,  se dirigía al terminal terrestre de la ciudad de Tulcán, con el fin de ir en búsqueda de una mejor vida. Estaba decidida, pero aun sintiendo mucho miedo se embarcó en un bus de la cooperativa San Cristóbal rumbo a la capital del Ecuador.
Ella recuerda que llegó a Quito aproximadamente a las dos de la tarde. Su prima y su hermana la esperaban en el terminal. Al llegar, Mónica se sentía muy entusiasmada. Se bajó del autobús y saludó a su hermana que había viajado hace dos meses, con la misma ilusión que ella, conseguir un trabajo y poder enviarle dinero a su madre que se había quedado en Ipiales, Colombia.
La hermana de Mónica cuyo nombre es Marisol, ese día vestía un pantalón jean azul ajustado al cuerpo, una camiseta Blanca y unos tenis negros, en la espalda llevaba una mochila negra. Se la miraba cansada porque había esperado más de una hora en el terminal y ese día era muy caluroso. Mónica recuerda esos detalles con mucha claridad.
Después de unos minutos, las tres mujeres fueron a comprar unos helados, tomaron un bus y se dirigieron a la casa de la prima donde Marisol se alojaba. Mónica estaba sorprendida porque la ciudad era muy grande y para movilizarse a cualquier lugar siempre era necesario coger un bus, no era como Ipiales, una ciudad pequeña donde se podía ir a cualquier lugar caminando, pero de donde le tocó huir a causa de grupos paramilitares.
Al siguiente día, Mónica salió en búsqueda de trabajo. Recorrió varias calles del Centro. Mientras más caminaba, más se desilusionaba y pudo evidenciar que había una gran falta de oportunidades. A cada lugar que acudió solicitando empleo, fue rechazada debido a que su nacionalidad era colombiana. Algunos individuos la tildaron de mala persona.
Cada vez era mas decepcionante la situación. Las cosas no eran como la gente se las había pintado. Mónica recuerda una anécdota que le ocurrió la misma semana que había llegado a Quito. La muchacha salía a diario a buscar trabajo. Iba caminando sola un viernes trece de abril, como siempre tratando de buscar una forma de poder adquirir dinero para poder sustentarse.
 Ese día salió muy temprano y fue a entregar su hoja de vida a un almacén de maletines.  La dueña del lugar le pidió que esperara unos minutos hasta despachar unos clientes. Mónica se sentó en una silla plástica de color gris. La silla tenía ese color ya que esta había estado ahí hace tiempo. El smog de los autos la habían empañado por completo. La mujer esperó sentada allí más de quince minutos. Por fin la atendió un joven que estaba encargado de recibir los documentos que solicitaban en dicho almacén. El chico revisó su hoja de vida  y al percatarse que Mónica era extrajera le dijo:
La verdad es que no podemos contratar extranjeros. Lo que buscamos es a alguien nacional. Salió del lugar y sin esperanzas y decidió ir caminando rumbo a casa de su prima.
Estaba muy arrepentida de haber partido de su país natal, ya que la vida le estaba dando una mala jugada. Pero las cosas aun no habían empeorado tanto como las situaciones que después vivió.  Durante los días que salía a la calle para ver si lograba conseguir algo, sufrió mucha discriminación por parte de la gente. Fue insultada, golpeada. Maltratada.
 Empezó a tener problemas con su prima por el hospedaje que le brindaba y la comida que le daba todos los días y como ella no conseguía trabajo y no podía aportar con dinero a la casa, decidió irse a vivir a un convento de San Francisco. Era una especie de albergue. Allí vivía con las monjas y varios niños huérfanos. Conoció a una amiga la que se ganó su confianza con el pasar de los días.
En el convento ella realizaba actividades de limpieza a cambio del hospedaje y un plato de comida todas los días.
Una mañana, su amiga le presentó a un ingeniero, que a simple vista se notaba que era un hombre adinerado, porque vestía muy elegante, de traje y corbata. Él le ofreció trabajo y la citó en un edificio del parque Ejido.
 La chica al día siguiente acudió al lugar subió hasta el quinto piso como habían acordado. El Señor la invitó a pasar y cerro la puerta. Mónica un poco preocupada le preguntó el motivo. El tipo se acercó y le dijo que es muy bella y empezó a tocarla. Ella gritó y el tipo le propició un golpe que le hizo perder la conciencia. Cuando despertó sentía un dolor físico que prevenía de su cuerpo, especialmente de entre sus piernas. Sentía un ardor profundo y su ropa estaba desgarrada. Sin poder caminar muy bien, revisó el lugar y aquel individuo la amenazó. Como era una muchacha muy ingenua tuvo mucho miedo de hablar.
Regresó al convento donde vivía y las novicias la castigaron con muchas horas de aseo. Cuando Mónica vio a su amiga le contó todo lo sucedido. Su amiga la apoyó y le ayudó con un poco de dinero. Compraron un poco de Mercadería en una bodega de la calle Roca fuerte y se introdujo en el Mercado San Roque. Desde ese entonces comenzó a trabajar como comerciante informal. Empezó vendiendo bolso para llevar las compras hasta aliños para dar sabor y sazón a las comidas. Nunca tuvo la oportunidad de salir y progresar porque lo que vendía le alcanzaba con las justas. Tuvo una vida muy dura. La vida no fue como ella esperaba. Creyó que, al partir de su tierra, iba a encontrar una vida mejor. Un mejor destino y una calidad de vida buena.
Nunca tuvo hijos ni volvió a creer en los hombres por todo lo que le pasó. Ahora cada vez que va al mercado ve una situación muy parecida a la suya. Varios venezolanos han llegado a comercializar productos allí. Se percata que hay mucha gente que migra creyendo que su vida va a mejorar. Simplemente se da cuenta que para poder progresar hay que trabajar muy duro. Y mas para los recién llegados porque no hay quien les tienda la mano. Ya que la mayoría de gente es individualista y piensan que los extranjeros solo llegan a quitarles el trabajo. Pero cada persona necesita sobrevivir y por eso tratan de salir adelante a toda costa.
La guerra y la migración van de la mano, son los conflictos bélicos internacionales y las guerras internas causan que las personas huyan de sus hogares en busca de mejores condiciones de vida y la preservación de sus familias. Es triste escuchar decir a algún amigo o familiar que tuvo que dejar a sus hijos pequeños por intentar conseguir una mejor calidad de vida.



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