martes, 23 de julio de 2019

CRÓNICA/ ALEJANDRA PARRA

ANTETÍTULO
Lo mejor de los talleres
TÍTULO
Las experiencias de la universidad
SUMARIO
Una pizza puede ser considera un simple alimento pero cuando logra reunir a varias personas y crear momentos especiales, se convierte en un motivo.
CUERPO DEL TEXTO
La universidad, es sobre todo, el espacio en el que los sujetos almacenan las más grandes experiencias de su vida. Al iniciar el taller en la facultad en la que estudio, no sabía que sería el espacio en que el que iba a encontrar nuevos amigos.
Al subir los veinte escalones que forman las cinco gradas para llegar al aula 31, un exquisito olor me llamaba. Se trataba de una pizza. Más que una comida, se trataba de un momento que uniría a los veinte estudiantes del seminario. Se trataba del gesto que inspiraría confianza con el docente. Se trataba, de un buen momento.
Al tocar la puerta café de metal que llevaba pegado un papel con el título de “taller de Derechos Constitucionales, Derechos Humanos: hacia la igualdad real de las mujeres y personas LGBTI” una sombra apareció, se trataba de la figura de una mujer que muy amablemente me abrió la puerta en silencio, debido a que estaba por iniciar una película.
No entendía nada pues debido al tráfico de la ciudad de Quito, me retrase con una hora al inicio del taller y sin embargo, al llegar, nada tenía un semblante extraño. Seguí hasta el fondo en donde encontré un asiento libre y apoye mi maleta ahí. Antes de que iniciara la película, Paulina Palacios docente de la facultad se puso de pie y  se presentó nuevamente, quien dirigiría el curso era una mujer de aproximadamente unos cincuenta años, cabello negro y baja estatura. Recalcó que es una mujer activista por la lucha de la igualdad de género, feminista y madre. Días antes de inscribirme en el taller, la gente me había comentado del método de enseñanza que llevaba Paulina, fue esa la razón por la que decidí tomar mi materia optativa junto a ella.
Minutos después de su presentación, explicó en qué consistía la entrega del trabajo final y procedió a dar la palabra al compañero Marcos Caiza, un joven de veinte y tres años bastante simpático y de un semblante alegre. Él nos explicó que por el horario del curso, se le imposibilitó almorzar por lo que había pedido permiso para ingresar con alimentos y pensó en algo que pudiéramos compartir todos, expresó que “Le propuse a Pauli recoger un dólar por cada estudiante y ella me apoyo, entonces con tres amigos más fuimos hasta la Gasca y compramos dos pizzas familiares que daban veinte pedazos en total” Obviamente, nadie se negó a la oferta y tras el sonido de las monedas chocando, todos alistamos el dólar y contribuimos.
Para entonces, Pauli –quién pidió que la llamemos así- junto a cinco compañeros varones, retiraron las bancas y todos nos sentamos en el suelo. Los cuatro chicos que habían ido a comprar la pizza, repartieron los pedazos. Recortaron trozos de cartón e incluso las hojas de los cuadernos sirvieron como platos y servilletas. Todos nos pusimos cómodos y vimos el filme “La Chica Danesa” mismo que tiene una duración de dos horas. Minutos más tarde de que la película terminará, todos –en equipo- limpiamos el curso y salimos a nuestras casas.
El último día del taller, lunes 27 de mayo, a las 15:00 inició la exposición de los trabajos finales. Samary Torres, una joven delgada de 19 años presentó un afiche publicitario para concientizar a la sociedad ecuatoriana. Torres asegura que “El taller le permitió tener conocimientos legales para poder ser un sujeto activo en la sociedad y buscar la igualdad de género”. Eddy Mora trató de reflejar los sentimientos de las víctimas a través de una presentación de Prezzi. El buscó tener tomas en las que los estudiantes imaginaran la sensación del golpe en la piel herida de las víctimas, usando el fuerte color de la sangre para hacer alusión a la masacre.
     El taller terminó a las 18:30 p.m y Paulina Palacios asegura que “fue todo un éxito ya que los trabajos presentados demostraron que los estudiantes tomaron nota de las bases legales y las enlazaron en casos de la realidad”. Así mismo Eddy Mora expresó que “El taller ha servido para la construcción personal pero también para poder visibilizar los tipos de violencia”.  En suma, Jesús Barrera menciona que “el mejor momento del taller fue cuando vimos la película y comimos pizza pues se notó el compañerismo, la organización y sobre todo la buena voluntad de cada uno de los presentes”.
CONCLUSIÓN
  Si bien el taller tenía la intencionalidad de trabajar los conceptos de “Derechos Constitucionales y  Derechos Humanos”, tomó mayor énfasis en la aplicación real de conductas que permiten una sana convivencia. Más allá de recalcar que los derechos humanos son derechos que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir, y que respetarlos permite crear las condiciones indispensables para que los seres humanos vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz; el taller creó un espacio para una dinámica relación entre profesor y alumnos en el que, unas simples pizzas y una película crearon una experiencia enriquecedora para cada uno de los asistentes.

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